En ocasiones, viajamos sin mayor pretensión que la de conocer un lugar que no suele incluirse en las rutas turísticas. Solo entonces, y sin quererlo, estamos abiertos a la magia. Rameswaram es un buen ejemplo de ese noble arte de perderse. Ubicado en la isla de Pamban, conectada a tierra por un puente flanqueado por vacas errantes y pescadores, Rameswaram supone el último reducto de India y el umbral a una isla de Sri Lanka que asoma en el horizonte. Coordenadas de una tierra que habla de antiguos dioses, pozos de aguas mágicas y un templo que, a primera vista, engaña.
Si te dejas caer por el sur de India, no puede faltar una visita a este pueblo, donde experimentar una cultura auténtica entre playas teñidas de pétalos de rosas, casitas de encanto marinero y la llamada de un darshan - ofrenda a los dioses - que retumba por sus calles para incitarte a formar parte del hechizo.
Si te encuentras en Hoi An (Vietnam), posiblemente te dejes guiar por sus farolillos. El aroma de la pizza en Nápoles, las flores de cerezo en Kioto o el sonido del mar en un pueblo mediterráneo. En el caso de Rameswaram, seguir a un rebaño de cabras puede ser una buena opción a la hora de introducirte en uno de esos pueblos bulliciosos tan propios de India, donde la basura se agolpa en su carretera principal para sumergirse en un mar de puestos, casitas con cortinas hechas de caracolas y la vida en torno al enorme templo Ramanathaswamy.
Según las escrituras sagradas, este enorme icono dedicado al dios Shiva nació como petición de otro dios, Rama, protagonista del poema épico hindú Ramayana. El protagonista, tras cometer varios pecados contra el rey Ravana en la cercana Sri Lanka, construyó un lingam o piedra sagrada a partir de arena de playa. Con el tiempo, la humilde choza de paja construida para proteger este emblema se convertiría en el templo que hoy atrae a miles de peregrinos llegados de todo el país.
Entrar al templo Ramanathaswamy supone recorrer los pasillos de su gopuram - torres umbral -, y unirse a la cola de devotos en busca del darshan. Sin embargo, recomiendo dejarse llevar por su aroma a incienso y los susurros hasta sucumbir a la gran atracción del complejo: el corredor más largo de un templo en India en forma de pasillo de 197 metros de longitud custodiado por 1212 pilares decorados con vibrantes colores. Un paseo donde la luz juega con los intrincados detalles de las columnas para revelar un espectáculo visual casi místico que eleva los sentidos.
Al abandonar el templo por el acceso al mar, también descubrirás otro de los lugares más especiales del pueblo: el Agni Theertham, uno de los 22 theertams (o pozos sagrados) y el único habilitado en el mar. Según las creencias, bañarse en estas aguas purifica el alma y limpia los pecados, motivo por el que a cualquier hora del día podemos contemplar a los devotos sumergidos en la playa mientras alguien quema hierbas en un cuenco, una vaca también busca mojarse y el atardecer eclosiona en un embrujo de aromas, postales y rezos lejanos simplemente fascinante.
Para cuando anochece, el mar evoca una canción relajada, alguien cierra su tendero de té chai y, a lo lejos, la isla se extiende en forma de un cordón que sueña con acariciar Sri Lanka. Puede que decidas seguirlo, volver a tu hotel o, simplemente, seguir a ese rebaño de cabras que siempre tendrá algún nuevo lugar que revelarte.