SOMAéN, LA SORIA MáS INIMAGINABLE POSIBLE YA ESTá AQUí

La rehabilitación del castillo y el barrio alto de Somaén (Soria), desde las últimas décadas del siglo XX, ha conseguido salvar a este pequeño núcleo rural del abandono y el olvido hasta convertirlo en uno de los pueblos más bellos aunque desconocidos de la provincia de Soria.

Su emplazamiento, su trazado medieval, el increíble entorno que lo rodea y la naturaleza que en él podemos encontrar nos ayudan a hacer real este lugar de la Soria más inimaginable.

ADENTRARSE EN TIERRA DE MEDINACELI

El ya célebre eslogan turístico “Soria, ni te la imaginas” nos habla de una provincia cargada de recursos patrimoniales, culturales, etnográficos, paisajísticos y naturales que, sin embargo, no ha recibido atención en la misma proporción debido a su relativo e histórico aislamiento. No obstante, en los últimos años, son cada vez más personas las que se acercan a este territorio del interior de la península para descubrir muchos de sus rincones aún poco populares, más allá de las típicas e imprescindibles paradas en lugares ya clásicos para una escapada como el Cañón del Río Lobos, El Burgo de Osma, la Laguna Negra y la Sierra de Urbión o Medinaceli.

Precisamente en la comarca que lleva el nombre de esta última, Tierra de Medinaceli, encontramos un pequeño núcleo de población, llamado Somaén, situado a mitad de camino entre Madrid y Zaragoza. Una localidad del sureste de la provincia de Soria, de enorme belleza, que se asienta en un espacio privilegiado rodeado de naturaleza y relieves imponentes que conforman las hoces del río Jalón, donde se combinan para crear una escena paisajística que sorprende a quien la descubre por primera vez.

El río Jalón, que abraza el pueblo en un perfecto meandro, las paredes de roca de las hoces, de tonos rojizos, con icónicas peñas cuyos nombres delatan la presencia de buitres sobrevolando estos lares, y el verde de la vegetación que acompaña a ambos flancos el curso del agua crean una hermosa fotografía.

La gran riqueza faunística de esta zona, en la que destaca la avifauna, se puede comprobar desde Somaén hasta el despoblado de Avenales, siguiendo el arroyo del Salobral de Avenales. A lo largo de él contrastan la presencia de pequeños ejemplares de especies acuáticas y la aparición de grandes aves como buitres, águilas o halcones en las partes altas del roquedo.

Mientras, en los alrededores de Somaén, varios miradores, como el de la Peña de los Buitres, nos permiten contemplar, desde la parte más elevada, el espectáculo del cañón con el pueblo en el fondo, dándonos una idea de la situación privilegiada de este punto.

CUANDO VALE LA PENA SALVAR UN PUEBLO

Hay que remontarse a los años 70 del siglo pasado para llegar al origen del milagro de la supervivencia de Somaén, cuando seguramente se evitara que engrosase la lista de pueblos abandonados del mundo rural en España.

Fue en aquellos años cuando el arquitecto madrileño Manuel de la Torre Álvarez compró el castillo de Somaén para rehabilitarlo como posada. No contento con ello siguió su obra con varias casas en estado ruinoso del conocido como barrio Alto, a los pies del espolón rocoso donde se situaba la fortaleza, dando lugar a elegantes casonas con jardines que guardan toda la esencia y el estilo del medio, respetando la fisionomía del caserío de la zona.

La empinada calle empedrada que desciende desde el castillo y el barrio Alto nos va mostrando estos bellos ejemplos de casonas al tiempo que podemos atisbar el bello e impresionante paisaje que nos rodea.

Si seguimos descendiendo hacia la calle Mayor aparece el barrio Bajo, de casas sencillas pero auténticas, algunas muy antiguas a pesar de haber sido rehabilitadas y presentar un aspecto renovado. Allí hallamos la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Visitación, un templo sin grandes ostentaciones en el exterior pero en cuyo interior cuenta con bellos y admirables artesonados que embellecen la nave principal y la cabecera.

Y, un poco más abajo, la ermita de la Soledad, que nos marca el límite del núcleo medieval de Somaén y cuyo nombre casa espléndidamente con el silencio reinante en el lugar. La inscripción en sus muros de “Prohibido afilar” no responde al deseo de conservar este silencio, sino a la conservación del edificio, debido a la antigua costumbre de los lugareños de afilar en sus piedras de arenisca los utensilios de trabajo.

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Ya abajo del todo volvemos a mirar hacia arriba, donde vemos los vestigios de la única torre que se ha conservado del castillo levantado en el siglo XIV, sintiendo la fortuna de poder aún contemplar con vida esta preciosa localidad soriana.

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