ROAD TRIP POR LA COSTA BLANCA: 7 DESTINOS EN 7 DíAS

La Costa Blanca alicantina es uno de los destinos españoles más atractivos, tanto para viajeros nacionales como internacionales. Algo más de 200 kilómetros de playas, pueblos con encanto, ciudades con un gran legado cultural y gastronómico, e incluso montañas.

El nombre fue acuñado por los ingleses en 1957 como parte de una campaña de marketing llevada a cabo por la compañía aérea British European Airways. En ese nos encontrábamos ante el incipiente boom turístico mediterráneo y la aerolínea acababa de inaugurar un vuelo directo entre Londres y Valencia.

Queriendo seguir los pasos que ya había marcado la Costa del Sol, los británicos eligieron el nombre de Costa Blanca para el litoral alicantino. La razón era sencilla: desde el aire ese era el color que mostraban las playas, montañas y edificaciones que limitaban con el azul del mar. Fácil. Pegadizo. Efectivo.

Casi 70 años más tarde, la Costa Blanca goza de fama internacional y, aunque en verano alcanza cifras récord de visitantes, se ha convertido en una gran escapada durante cualquier época del año. He aquí una gran ruta de una semana por el litoral alicantino.

Día 1: Pilar de la Horadada – Santa Pola

Comenzamos nuestra ruta en el extremo sur de la provincia de Alicante, donde la localidad de Pilar de la Horadada dormita durante el invierno para desperezarse con el buen tiempo.

Allí encontramos playas de arena dorada y aguas cristalinas, como las de Mil Palmeras y las Higuericas, pero el lugar más interesante se halla en el cercano Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. En las rosadas lagunas de las salinas no resulta extraño poder admirar los elegantes flamencos.

También encontramos salinas unos 50 km al norte, en Santa Pola. Allí comenzaron a explotarse a finales del siglo XIX, complementando la intensa actividad pesquera de la localidad.

Hoy en día, Santa Pola sigue siendo un importante puerto pesquero y, además de sus playas urbanas, aquí podemos disfrutar de pescados y mariscos de primera calidad en restaurantes como el Batiste.

Si disponemos de algo más de tiempo, no hay mejor plan en Santa Pola que tomar un barco a la cercana isla de Tabarca. La única isla habitada de la Comunidad Valenciana es un paraíso de tranquilidad y un vergel para los amantes del esnórquel.

Día 2: Santa Pola – Alicante

Seguimos hacia el norte pasando por las preciosas calas que se hallan bajo el faro de Santa Pola y las dunas de las playas del Carabassí y Arenales del Sol para llegar a la capital de la Costa Blanca: Alicante.

De tamaño medio, Alicante es una urbe agradable que vive de cara al mar. Las mejores panorámicas las obtendremos desde lo alto de las murallas del castillo de Santa Bárbara, una fortaleza levantada por los árabes hace más de un milenio.

Pasear por el puerto, la Explanada de España y el barrio de Santa Cruz; darse un baño en la playa del Postiguet; visitar los museos MARQ, MACA y MUBAG o disfrutar de un buen arroz y un vino en una de las muchas de las terrazas de la ciudad son algunos de los imprescindibles del corazón de la Costa Blanca.

Día 3: Alicante – Villajoyosa

Unos 35 kilómetros al norte de Alicante nos encontramos con la tranquila localidad de Villajoyosa. A su paseo marítimo se asoman las coloridas fachadas de las antiguas casas de pescadores. Dicen que sus llamativas tonalidades servían para que los bravos hombres y mujeres que faenaban en el mar reconocieran su casa, infundiéndoles ánimo, durante su aproximación al puerto.

Además de bañarnos en su playa urbana, también merece la pena darse una vuelta por las callejuelas de su casco antiguo, visitar el Museo del Chocolate Valor y, para los amantes del senderismo, nada como realizar la ruta costera que lleva del norte de la localidad hasta la torre del Aguiló, una icónica atalaya defensiva del siglo XVII desde que obtendremos una vista impresionante de la bahía de Benidorm.

Día 4: Villajoyosa – Altea

Recorremos otros 20 km en dirección norte para visitar Altea. Para muchos viajeros, este es el pueblo más bonito de la Costa Blanca alicantina.

La parte moderna se halla junto al mar, presentando una playa de guijarros y piedra que regala unas magníficas vistas a Sierra Helada, montaña que ofrece exigentes rutas senderistas a lo largo de imponentes acantilados sobre el mar.

Pero la joya de la corona de Altea se halla en su casco histórico. Se trata de una maraña de serpenteantes calles ascendentes que llevan a la plaza de la Iglesia. Casa de fachadas encaladas se alternan con románticos restaurantes, bares, pequeñas tiendas de artesanía y moda, heladerías y mucho más. Durante las noches de verano, el ambiente es inmejorable.

Día 5: Altea – Calpe

Muy cerca de Altea se halla Calpe, cuyo principal icono, el peñón de Ifach, podemos admirar desde la distancia.

El peñón de Ifach es una increíble roca calcárea que se eleva, cual Poseidón o Neptuno, 332 metros sobre las azules aguas del Mediterráneo. Subir a la cima del peñón es algo que no podemos dejar de hacer en cualquier visita a Calpe. Las vistas desde lo más alto son realmente inolvidables.

Una vez regresemos al nivel del mar, podremos disfrutar de las dos magníficas playas de arena blanca, Arenal-Bol y La Fossa-Levante, y probar el delicioso marisco que nos ofrecerán, a voz en grito, la multitud de comerciales que trabajan para los restaurantes que pueblan el paseo marítimo.

Para aquellos a los que les guste la observación de aves, darse un paseo por las salinas de Calpe –situadas casi en pleno casco urbano– es una alternativa muy atractiva.

Día 6: Calpe – Jávea

El sexto día de nuestra ruta por la Costa Blanca lo podemos emplear para disfrutar de las paradisíacas calas naturales que encontramos cerca de la población de Jávea.

Un gran ejemplo es Cala Granadella, que presenta unas aguas cristalinas perfectas para ponernos gafas y aletas y deleitarnos con la vida submarina que atesoran. Para los que buscan una experiencia más activa, se pueden practicar deportes acuáticos como el kayak, la vela y el windsurf en la playa urbana de Jávea.

El casco antiguo de Jávea representa un auténtico viaje al pasado, con sus estrechas calles empedradas, edificios históricos y la iglesia de San Bartolomé, un ejemplo destacado de la arquitectura gótica.

El mercado de abastos es el lugar perfecto para degustar productos locales frescos, mientras que los amantes de la cultura pueden visitar el Museo Arqueológico y Etnográfico Soler Blasco, que alberga una interesante colección de objetos que narran la historia de la región.

Por último, en el puerto de Jávea hallaremos un ambiente animado y la oportunidad de disfrutar de la gastronomía local en restaurantes donde arroces y mariscos son los principales protagonistas.

Día 7: Jávea – Dénia

Con el sol siempre acompañándonos, emprendemos la última etapa de nuestra ruta en coche por la Costa Blanca. El punto final lo pondremos en Dénia.

Dénia es una ciudad rica en historia y belleza natural. Su castillo, levantado en el siglo XI, ofrece impresionantes vistas del mar y la ciudad. El casco antiguo, conocido como Les Roques, es un laberinto de calles estrechas y casas encaladas que invitan a pasear y descubrir su encanto.

Las playas, como Las Marinas y Les Rotes, son perfectas para disfrutar del sol y el mar. Las Marinas es un extenso arenal dorado, mientras que Les Rotes es ideal para el buceo y el esnórquel gracias a sus aguas cristalinas y zonas rocosas.

Si queremos realizar alguna ruta senderista, el Parque Natural del Montgó, con su imponente montaña, ofrece opciones de trazados para todos los niveles y es un lugar ideal para los amantes de la naturaleza y el aire libre.

Podemos despedirnos de la Costa Blanca alicantina en el puerto de Dénia, mientras probamos sus famosas gambas rojas y brindamos con buen vino blanco de la Marina Alta alicantina. Brindaremos, sin duda, por regresar a este pedacito de paraíso terrenal.

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