PISA POR PRIMERA VEZ

Hay ciudades que parecen inalterables, como si el tiempo no hubiera pasado por ellas. Una de ellas es Pisa, dueña del Mediterráneo a finales de la Edad Media, cuando fue República Marítima y potencia económica, compitiendo con la pujante Génova, la todopoderosa Venecia y la bella Amalfi. Desde la desembocadura del río Arno, lugar en el que se ubica, su activa flota de comerciantes llevaba lana, minerales y mercancías importadas desde el Imperio bizantino, China y la India, como sedas, especias y productos exóticos, hasta el occidente europeo y las tierras del norte de África.

Nada más lejos de la realidad, pues lo primero que hemos de saber es que Pisa estuvo junto al mar –fue el principal puerto de la Toscana– hasta el siglo XV, momento en el que el limo depositado y acumulado por el río Auser (hoy desaparecido) acabó aislando por completo el núcleo urbano de una costa en retroceso. Esta es la razón principal por la que su famosa torre circular, que no tenía otra misión que la de ser campanario del Duomo, nació con una marcada inclinación, fuera de la perpendicular.

Durante las primeras fases de construcción de la Torre de Pisa, proyectada por el escultor y arquitecto Bonanno Pisano en el siglo XII, se constató que el endeble suelo de aluvión era incapaz de aguantar un peso tan excesivo, por lo que el asentamiento de los cimientos se hizo de forma desigual. No hubo error de cálculo, sino todo lo contrario, ya que los pisos superiores fueron edificados de forma inclinada, en sentido contrario, para intentar enderezarla.

Hay quienes aseguran que, de no haber crecido de forma tan extravagante, hoy en día el campanario –construido en mármol blanco– no sería más que una de los cientos de torres que salpican la Toscana. No obstante, los expertos en arte coinciden en asegurar que el conjunto catedralicio Campo Dei Miracoli es la máxima expresión de la arquitectura románica de la región, sentando las bases del particular estilo Pisano, que sembró de rombos, galerías de columnas y arcadas ciegas buena parte del territorio controlado por la República de Pisa, incluidas las islas de Córcega y Cerdeña.

CAMPO DEI MIRACOLI

Situado en el extremo noroeste de la ciudad medieval amurallada, el conjunto de edificios del Campo dei Miracoli está compuesto por el Duomo, el Baptisterio, el Camposanto y la Torre Inclinada, enderezada unos 40 centímetros gracias a las obras de consolidación realizadas a finales del siglo XX para evitar el posible derrumbe. De hecho, aunque no sea perceptible para los millones de personas que la visitan, su inclinación va milímetro a milímetro mermando cada año, según reporta el grupo de expertos encargado de la supervisión de aquellas obras. Un milagro de la estática, si tenemos en cuenta su altura de 58,36 metros, su peso de 14.453 toneladas y su inclinación de unos 5.115° (poco más de cinco metros con respecto al eje perpendicular).

Los 273 escalones de su escalera en espiral conducen en pocos minutos hasta lo alto del campanario, donde descansan siete campanas, una por cada nota musical. El mismo punto desde el cual, cuenta la leyenda, el científico Galileo Galilei habría lanzando varias bolas de cañón de diverso peso, demostrando que la masa, el tamaño y la forma no influían en la velocidad a la que estas llegaban al suelo.

Destaca en la fachada de la catedral o Duomo el contraste de los colores blanco y negro de la piedra (de origen árabe), el uso de materiales reutilizados de monumentos romanos y los rombos como elementos decorativos. En el interior son las hileras de columnas de granito de la isla de Elba y el púlpito del siglo XIV de Giovanni Pisano lo que más llama la atención.

“Deotisalvi es el autor de esta obra” es la inscripción con la que, en un pilar del Baptisterio, se declara la autoría del enorme edificio (su circunferencia mide más de 100 metros), que renació gracias a las esculturas de Nicola Pisano y su hijo Giovanni, tanto del púlpito como de los bustos que coronan los arcos de la logia exterior.

Fue el Camposanto el último monumento levantado en el Campo de los Milagros (siglo XIII) con objeto de albergar las tumbas repartidas por la catedral hasta entonces. Una arquitectura cristianas medieval destinada al culto a los muertos en la que encontramos sarcófagos, tumbas (incluidas de miembros de la familia Medici) y tierra santa traída de Palestina en la época de la Segunda Cruzada. Algunos frescos fueron pintados durante el siglo XIV por dos artistas de la época, Francesco Traini y Bonamico Buffalmacco, este último autor del imponente Triunfo de la Muerte, con claras referencias a la Divina Comedia de Dante.

También merecen una visita el Museo dell'Opera del Duomo di Pisa, un gran edificio dedicado al arte pisano medieval, y el Museo delle Sinopie, que contiene una colección única en el mundo, revelada tras el incendio que se desató en el Cementerio debido a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Al separar los frescos del yeso para salvarlos del fuego, aparecieron las sinopias, esa primera fase de creación en la que el artista diseña el trazado y esboza personajes mediante la aplicación de un pigmento rojo.

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MÁS ARTE Y GASTRONOMÍA

Dividida por el río Arno, que apura sus últimos kilómetros antes de morir en el mar Tirreno, en Pisa no puede dejar de visitarse en su margen izquierda la iglesia de Santa María de la Spina, que durante siglos custodió una espina de la corona de Cristo, ni el Museo Nacional de San Matteo con obras que van desde la época medieval al Renacimiento. En la ribera derecha se halla la Piazza dei Cavalieri, con el Palazzo dei Cavalieri, hoy Scuola Normale Superiore, fundada por Napoleón siguiendo la estela de la École Normale de París.

La ciudad toscana también seducirá a los amantes de la gastronomía, ya sea a base de productos culinarios que encontrarán en la Piazza delle Vettovaglie, auténticas pizzas al horno de leña que es mejor probar en un restaurante local, como La Taverna di Pulcinella, helados artesanales elaborados a la manera tradicional en Gelato Dipendente o las creaciones dulces de la repostera Loretta Fanella en Cristallo Cafè.

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