En un icono urbanístico se convirtió al instante la Torre Agbar (ahora Torre Glòries) de Barcelona, proyectada en 2005 por los arquitectos Jean Nouvel y Fermín Vázquez. No era habitual por aquel entonces que los rascacielos tuviesen forma cilíndrica y planta ovoidal, por mucho que tan solo un año antes se hubiese inaugurado en Londres la Swiss Re Tower de Norman Foster y Ken Shuttleworth, conocida popularmente como The Gherkin y renombrada en la actualidad como 30 St Mary Axe.
Fue por ello que la hoy rebautizada como Torre Glòries rápidamente caló en el imaginario colectivo (y en el simbolismo) de la Ciudad Condal con su estructura de dos cilindros ovales no concéntricos rematada por una cúpula de cristal. Cúpula en la que hace un par de años se abrió al público un mirador que ofrece una experiencia única para redescubrir Barcelona a través de una nueva mirada poliédrica, consciente y responsable del entorno y del ecosistema urbano.
MIRADOR TORRES GLÒRIES
Puerta de entrada al distrito tecnológico y empresarial de Barcelona, conocido como 22@, la Torre Glòries ofrece a los visitantes la posibilidad de emprender un viaje sensorial y sorprendente desde su doble mi
rador: el situado en la planta 30 (con vistas de 360º sobre los tejados de la ciudad) y el Hipermirador Barcelona, ubicado en la menos uno.
Dedicado al arte, la ciencia y la tecnología, el Hipermirador Barcelona se trata de un espacio para tomarle el pulso a la urbe desde una óptica inusual, una que se vale del big data para recoger datos de sistemas urbanos en tiempo real: “Más allá de la foto estática de la ciudad, ofrece al visitante una inmersión en ella con información en tiempo real de la velocidad de los vientos, la temperatura del agua o el dibujo que crean los flujos electromagnéticos”, explica su comisario y asesor creativo, José Luis de Vicente.
HIPERMIRADOR DE BARCELONA
Prólogo, Barceloneses, Atmósferas, Ritmos y Sirena son las cinco instalaciones que conforman este espacio y que combinan arte, música, tecnología y producciones audiovisuales de gran formato para descubrir Barcelona como un organismo vivo, una ciudad habitada por vecinos humanos y no humanos.
MIRADOR DE 360º
Es al ascender a la cúpula acristalada de la planta 30, a 125 metros de altura, cuando la ciudad se presenta ante nuestros ojos de manera espléndida, sin esconder prácticamente ninguno de sus secretos: la Sagrada Familia, el frente marítimo, el Eixample, la sierra de Collserola…
Además, en este mismo espacio, se puede subir a la obra de arte transitable Cloud Cities Barcelona, de Tomás Saraceno, que ocupa una superficie de 130 m3 y se eleva a una altura de entre cuatro y diez metros respecto el nivel del suelo. Compuesta de 113 espacios nube, a modo de gotas de agua condensadas y suspendidas en los hilos de una telaraña tridimensional, está formada por 5.000 nodos que conectan seis kilómetros de cables tensados.
La experiencia sensorial propone dos itinerarios a través de la estructura escultórica con distinto nivel de complejidad. Un desafío físico y también metafísico por geometrías alternativas que sirven para explicar la interdependencia e interrelación entre todos los seres vivos que la habitan, donde las acciones de uno afectan a toda la comunidad. Como en la mayoría de obras del artista, nacido en Argentina y afincado en Berlín, la idea es hacernos reflexionar de forma crítica sobre la colectividad, la justicia medioambiental y social o la ecología, entre otros asuntos.