BARBASTRO MáS ALLá DE SUS BODEGAS
Conocida como la capital del Vino Somontano, Barbastro está señalada en el mapa viajero español como un destino un enoturístico imprescindible. Pero todo aquel que dedica un poco más de tiempo a esta pequeña ciudad oscense, se da cuenta de que Barbastro tiene mucha tela que cortar, más allá de catas en bodegas y maridajes en restaurantes. Barbastro es cuna de reyes y de artistas, cobijo de comercios centenarios y ejemplo de una forma de vida fundamentada en la felicidad.
PASEANDO POR UNA CIUDAD RENACENTISTA
Para planificar correctamente una ruta por Barbastro, es conveniente partir de la oficina de turismo, construida sobre un antiguo molino, y desde ahí ir recorriendo el casco histórico. Tomando la calle de las fuentes se llega a la Iglesia de San Francisco, un bonito templo mudéjar del siglo XIII arropado por el tintineo del agua de las fuentes. La Orden de los franciscanos se instala en Barbastro y levanta sobre el monasterio una iglesia sencilla de dos naves arropadas por los contrafuertes. En el interior hay dos capillas, siendo una de ellas el mausoleo de la familia Claramunt, terminada de construir en el año 1598. En un lateral de la cabecera de la iglesia se encuentra la capilla de El Pelé, en honor a Ceferino Jiménez Malla, el primer beatificado por la iglesia católica que es de etnia gitana.
Desde aquí cruzamos el río Vero a través del puente de San Francisco y seguimos recto hasta llegar a la calle Argensola, donde nos encontramos con nuestro guía particular: Clara Bosch, gerente de la Ruta del Vino de Somontano. Las casas señoriales de estilo renacentista aragonés hacen acto de presencia según traspasamos la plaza de la Diputación. En esta calle se encuentra el Palacio Argensola, el ejemplo más significativo de la villa renacentista y que disfruta del distintivo de Bien de Interés Cultural. “Una persona de Barbastro muy interesante que vivió aquí fue Julieta Always, una pintora naif que en una época entró en el Palacio y vivió como ocupa” explica Clara.
Porque Barbastro está lleno de gente fascinante, de los que te acompañan durante la visita. Ella lo tiene claro: “Lo mejor de vivir aquí es la gente y la calidad de vida por nuestra manera de vivir. Aquí conoces a todo el mundo y te puedes pegar una charrada por la calle en cuanto sales. El entorno que tenemos es maravilloso, porque además de viñedos, daos cuenta de que estamos en la Sierra de Guara, muy cerquita del Pirineo pero sin esos fríos de la montaña. Esto es vida”
Siguiendo esta estrecha calle llegamos a la plaza del mercado, donde todos los sábados es día de reunión para los comerciantes. Aquí se juntan los hortelanos del territorio para ofrecer sus productos; a un lado de la plaza están los de Somontano y Barbastro y al otro lado de la plaza se ubica la gente de fuera. “En el mercado, además de verduras, puedes encontrar jabones, embutidos, quesos y el famoso tomate rosa de Barbastro, que es una de las joyas de nuestra gastronomía” puntualiza Clara. En esta plaza se encuentra la capilla de Santa Ana y la Casa Calonge, de aires modernistas. También aquí se ubica la casa donde nació Josep María Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus, hoy convertida en centro cultural. Y hay que fijarse bien en los soportales de la plaza; si se mira hacia arriba se pueden apreciar como unos huecos, que en su día fueron las antiguas mirillas. Cuando se llamaba a la puerta de abajo, la gente con un hierro levantaba la baldosa y miraba a través de un agujero.
Dejando la capilla de Santa Ana a la izquierda, bordeamos la plaza hasta llegar a la calle de las Escuelas Pías, que nos conduce directamente a la plaza del Ayuntamiento. La casa consistorial data del siglo XV y se tiene constancia de que Farag de Gali, maestro de obras de Fernando El Católico, estuvo al frente del proyecto. En la Casa de las Hermanitas de los Desamparados, hoy en día residencia de la tercera edad, y el famoso Colegio de los Escolapios, fundado en el año 1677 siendo el primer colegio (y más antiguo) fundado por la Orden de San José de Calasanz.
Frente a la plaza de la Constitución se eleva la Catedral de Barbastro, considerada como uno de los edificios religiosos más bellos de Aragón. Construida inicialmente como colegiata durante el primer tercio del siglo XVI, este templo gótico se viste con los trajes del renacimiento en su interior, alcanzando a los pocos años de su construcción la categoría de catedral y sede episcopal. Hace las delicias de los amantes del gigantismo, soportada por enormes columnas que conducen a un precioso retablo mayor de la Asunción construido en alabastro. La aportación de algunas dinastías nobles permitió el engrandecimiento de la catedral con la llegada del barroco, construyendo dos delicadas capillas a mitad del siglo XVIII. En una de ellas se encuentra el cuerpo incorrupto del obispo Asensio, torturado y asesinado durante la Guerra Civil.
La visita a la Seo de Barbastro hay que culminarla en el Museo Diocesano, una muestra de reliquias medievales más que interesante para los forofos del medievo. Si aún quedan ganas de andar, subiendo por la calle de Los Hornos se llega hasta el Convento de las Religiosas Capuchinas, lugar donde se ubicaba la antigua judería de Barbastro. Apenas queda rastro de lo que fue el barrio judío pero los dulces que venden las monjas hacen que merezca la pena llegar hasta aquí.
BARBASTRO ES MUCHO MÁS QUE VINO
La ciudad de Barbastro está llena de bares y restaurantes donde se come mucho más que bien. En la capital del Somontano todo gira en torno al vino pero también a productos de la tierra como el bisalto, la borraja, el tomate rosa de Barbastro o el espárrago. “El vino es la estrella de Barbastro, pero también se está trabajando ahora en la elaboración de increíbles aceites en una Denominación de Origen de aquí del territorio” comenta Clara Bosch, añadiendo que si hay algo por lo que destaca la restauración de la ciudad es por su amor al maridaje.
La ruta del Vino Somontano es muy extensa, pero hay algunos sitios que son apuesta segura. Uno de ellos es La Oveja Negra (Oncinellas, 5), un gastrobar donde hacen propuestas que van un poquito más allá. El “pastor” de este rebaño es Rafa, un jiennense que trajo a Barbastro el gusto por el aove, los productos de la huerta y la cocina arriesgada. Ha cosechado un buen puñado de premios partiendo de un buen espárrago y un buen piquillo. Micuit casero y atún de almadraba para un menú de diez. Además, tiene una tarta que se llama “chocolate sexy”. Es para enamorarse.
Una parada que hay que hacer sí o sí es en L’Usuella (Escuelas Pías 18), un restaurante que ha ido cambiando de ubicación pero que ha sabido mantener su rumbo hacia una fusión de la cocina tradicional aragonesa con una oriental más contemporánea. En los fogones se encuentra Jorge Zanuy, que en un principio era pastelero pero fue desarrollando su carrera como cocinero hasta convertirse en una referencia gastronómica. Catas Maridaje y menús gastronómicos donde una vieira, un wan ton o un tataki asoman por encima del mantel. Es un restaurante pequeño, por lo que hay que reservar con un poquito de tiempo.
El Trasiego (Merced, 64) es el restaurante que se ubica en la antigua Iglesia de San Julián, y donde Javier Matinero hace magia. Ofrece una doble opción. Por un lado el restaurante más tradicional, muy reconocido por sus arroces, sus carnes a la brasa y una torrija que no es de este mundo. Y por otro lado, la Trastienda con una apuesta mucho más informal, perfecta para los que quieren un tapeo algo más chic, maridado con un buen Somontano de la tierra. Importante no irse sin probar el tartar de tomate rosa, producto estrella de Barbastro, y el tuétano a la brasa. Cocina de mercado para sibaritas.
BONUS TRACK PARA CURIOSOS
En la comarca de Somontano es muy típico un dulce que se elabora con las pencas de las borrajas. Se trata del “crespillo”. Su origen se encuentra en la cocina hortelana de aprovechamiento y en Barbastro se celebra una fiesta en su honor cuando se acerca la festividad de la Encarnación.
La catedral de Barbastro cuenta con una torre exenta, es decir, que está separada de la edificación principal. Esto es debido a que se aprovechó el minarete de la mezquita árabe que existía antes del levantamiento de la colegiata. En el año 1366 sufrió un devastador incendio que sesgó la vida de más de 300 personas que se encontraban en su interior.
Barbastro tiene varios negocios centenarios que, si bien pasan desapercibidos, se han mantenido al pie del cañón, generación tras generación. Almacenes Artero, fundado en 1843 o la Ferretería Gómez, que abrió por primera vez sus puertas en 1860, son dos ejemplos. El primero es como el Corte Inglés de Barbastro, con personal ataviado con uniforme y el inevitable salto a los años 40. El segundo mantiene el original suelo de madera que deja ver el sótano cuando tiene las luces encendidas.
A mitad de camino hacia la judería se puede hacer parada en la Plaza de la Candelera, lugar donde en el año 1137 se firmaron las capitulaciones matrimoniales entre Ramón Berenguer y la hija de Ramiro II, doña Petronila. Fue el nacimiento de la Corona de Aragón. Ella tenía tan solo un año de edad. Él, ya contaba con veinticuatro.
Existe una calle George Orwell en Barbastro y no es por casualidad. El autor de “Animal Farm” estuvo en el frente de Huesca durante la Guerra Civil y cayó herido por un disparo en el cuello. El escritor británico pasó un tiempo en el hospital de Barbastro y su estancia por la ciudad se recuerda aún hoy en día.
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Aunque el Festival del Vino Somontano es en agosto, hay una forma muy divertida y original de acercarse un poco más a la cultura del vino aragonés y se puede disfrutar durante todo el año. Se trata del Bus del Vino, la mejor forma de conocer la ruta del Vino Somontano sin preocuparse por coger el coche. Te subes a un bus y por un precio de 35€ puedes pasar todo el día visitando bodegas, haciendo catas, maridajes y todo un sinfín de actividades enoturísticas sin preocuparse de coger el volante.
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